Y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. El centurión situado frente a él, al verlo expirar así, exclamó: "Verdaderamente era Hijo de Dios".
Había también unas mujeres mirando desde lejos. Entre ellas María Magdalena (...) , las cuales, desde cuando estaba Jesús en Galilea, lo acompañaban y lo servían, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalem... (Muerte de Jesús, San Marcos 15)